27/9/11

Hirokazu Koreeda, ganador "moral" de la Concha de Oro

No pudo ser, no se llevó la Concha de Oro, aunque sí el premio al mejor guión. Tuve ocasión de hablar con el gran director japonés Hirokazu Koreeda, a quien bien podríamos considerar el vencedor moral del Festival de Cine de San Sebastián por su extraordinaria película Kiseki (Milagro)
Hirokazu Koreeda, director japonés, premiado con El mejor guión. foto.fuente:EFE


En Kiseki (Milagro) uno de los niños protagonistas hace el dibujo del volcán de su ciudad, siempre con la posibilidad de entrar en erupción, que nos recuerda que no sólo hay que salvar a la familia, sino también al mundo. Y esto ha coincidido con la tragedia del tsunami y la catástrofe nuclear de Fukuyama, que ha conmocionado a Japón y al mundo entero...

Pensé en esta película mucho antes de que se produjera el tsunami, de modo que no tiene una relación directa. Pero muchos espectadores japoneses lo relacionaron inmediatamente, y también las cenizas del volcán, con el problema de la radioactividad.

En el cine de Hirokazu Koreeda tiene una presencia esencial la familia, ya sea de un modo más dramático o feliz, como en este caso. ¿Por qué este interés?

La familia es un tema en el que estoy pensando siempre. Se trata de una cuestión cercana a todas las personas, y en la que surgen siempre problemas. Hay mucho sobre lo que reflexionar, y esto se refleja en mis películas. Antes de hacer Still Walking murió mi madre y esto me llevó a pensar mucho en ella, en la vida he hecho muchas cosas, y no siempre las he hecho bien, y su muerte me las evocaba. Y ahora tengo una hija, y como estoy siempre trabajando no tengo mucho tiempo para estar con ella. Entonces surge la pregunta: ¿cómo tiene que ser un padre que no puede estar mucho tiempo con sus hijos?

Por esta razón me encuentro todo el tiempo pensando en el tema de la familia. No sé si la cuestión es tanto que me guste hacer películas sobre la familia, sino que me ocupa la cabeza.

Tanto en Kiseki (Milagro) como en Still Walking y Nadie sabe está presente la familia, que es un tema que también interesa a un maestro como Yasujiro Ozu. Su retrato de tres generaciones y los niños, me hacen pensar enseguida en Ozu, en títulos como Buenos días y Yo he nacido, pero...

Me gusta mucho Buenos días. Pero pienso que no hay influencias directas de Ozu, aunque muchos periodistas me lo dicen. Ozu es un director muy especial, es difícil aprender a hacer cine como él lo hace. Sus películas están rodadas en interiores, en estudio, y ahora es muy complicado hacer algo así, tomarlo como referencia. Si tengo que citar directores que me influyen mencionaría a un tailandés [no logro captar su nombre] y al británico Ken Loach. Ellos tampoco utilizan actores profesionales. De estos directores claramente podría aprender algo.

De los japoneses, he tomado más cosas de Mikio Naruse, a quien dedicaron un ciclo aquí en San Sebastián en 1999. En Still Walking confieso que la posición de la cámara imita mucho al modo de hacer de Naruse.

¿Diría que en los últimos tiempos su cine se ha serenado, se ha hecho más maduro y clásico?

(se ríe) ¿Crees que esto no es bueno?

No, al revés, demuestra que sabe evolucionar...

Cuando rodé Nadie sabe, estaba soltero y vivía con mis padres. En el caso de Still Walking mis padres habían fallecido y me había casado. Ahora, con Kiseki (Milagro), tengo una hija, lo que hace que mire la familia de modo diferente. Esto se refleja en mis películas, que son más optimistas. Esto lo considero una buena evolución. ¡A ver que hago, cuando sea abuelo! Seguro que miraré la relación entre abuelos y nietos de un modo distinto.

Parece que le interesa mucho el trauma de estos niños, cuyos padres están divorciados. ¿Ha vivido alguna experiencia semejante?

No puedo negar que existen influencias de mi vida personal. Mis padres no estaban divorciados, pero se llevaban fatal, mi padre paraba poco en casa. Mi madre trabajaba y me mantenía a mis hermanos y a mí. Cuando era pequeño, pensaba con frecuencia en la posibilidad de que mi padre no volviera un día a casa, o que mi madre nos abandonara. No creo que esté traumatizado, pero la película puede que esté reflejando mi vivencia entonces. Aunque en la actualidad puedo contar esto desde fuera. Puedo pensar que existen padres como mi padre y lo puedo mirar con distancia, lo entiendo.

Hay un contraste en la película entre cierto tono ligero, también con la música, y los temas serios que se tratan.

He utilizado aquí la música de un modo completamente diferente a como lo he hecho en el resto de mis películas. Hasta ahora daba mucha importancia a la historia y al contenido. Antes usaba la música más bien entre escenas pero aquí, como cuento la aventura de los niños, me pareció que la música acompañaba y estimulaba el viaje de los niños. Pero no había pensado en ese contraste.

Hablando de contraste, las tres generaciones de personajes enfocan la crisis familiar de modo diferente. Los niños actúan, quieren solucionar las cosas. Los padres se muestran conformistas, pasivos. Y en el matrimonio anciano renace de algún modo la esperanza, como si hubiera un retorno a la infancia.

Más que en los ancianos que acogen a los niños, es en el abuelo donde se muestra sobre todo cierta complicidad con la infancia. El matrimonio mayor recupera de algún modo, momentáneamente, a su hija. Esa chica que quiere ser actriz, que piensa irse de casa, les recuerda a la que dejó el hogar, y por un momento vuelven a tenerla con ellos. En este otro caso me interesaba más crear esta emoción que la idea del retorno a la infancia.

Su película la atraviesa un aliento poético. ¿Cómo se llega hasta ahí, se busca o se encuentra esa poesía?

Siempre pienso en dos cosas. Desde el punto de vista narrativo, tengo un ojo, y por otro lado... Por ejemplo [señala un vaso que hay sobre la mesa] un documentalista querría que ese vaso quedara muy bonito; pero a la vez yo puedo querer que ese vaso despierte amor, ternura, no sé... Entonces para mí ése es el sentido poético, hay que fijarse en la realidad con sensibilidad. Con la cámara he de filmar bien ese objeto para que se produzca ese efecto. He de lograr el equilibrio entre estos dos enfoques.

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