ESTRENO EN LONDRES
El estreno del nuevo filme de Guy Ritchie congregó a todos los protagonistas de esta versión del detective creado por Conan Doyle.
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Además de misógino, inteligente y sagaz, Sherlock Holmes aparece en la última película dedicada al detective creado por Arthur Conan Doyle como un personaje de carácter violento y trastornado, un perfil más complejo y no tan conocido por el gran público.
Con barba de pocos días pero cuidadosamente recortada, amplios conocimientos de las artes marciales y una necesidad de desfogarse que le lleva a participar en las peleas que se organizan en un pub irlandés de mala muerte, Sherlock Holmes se convierte en un atípico hombre de acción en el filme dirigido por Guy Ritchie que se estrenó el pasado lunes en Londres.
Encarnado por el actor estadounidense Robert Downey Junior, la imagen del detective mantiene, al menos en parte, el porte de caballero inglés tradicional (con su sempiterna pipa en la boca incluida), aunque la combina con otras características menos conocidas, como lo caótico de su vida privada.
Si bien sigue utilizando el intelecto para ir avanzando en sus investigaciones, el detective británico no rehuye la confrontación y utiliza la fuerza bruta en repetidas ocasiones durante su última aventura en la gran pantalla.
En ella Sherlock sigue acompañado de su fiel escudero, el doctor Watson, interpretado por un Jude Law que sólo recuerda en el bigote al original, un tipo más bien bajito y regordete.
Juntos se enfrentan a la amenaza que supone Lord Blackwood (Mark Strong), un amante de las ciencias ocultas culpable de una serie de asesinatos rituales a quien detienen y deben volver a encontrar después de que parezca haber resucitado de entre los muertos.
El filme, producido por Warner Bros y que se estrenará en España el 15 de enero, dura más de dos horas y también hace mención a la tortuosa atracción que siente Sherlock por Irene Adler (Rachel McAdams), no menos guapa que la pareja del doctor Watson, Mary (Kelly Reilly).
Un clásico renovado
La película muestra al más famoso de los detectives británicos como una persona mordaz y sarcástica, sobre todo con los agentes de policía, incapaces de estar a su altura, y que además guarda un profundo interés por la ciencia que le lleva a realizar experimentos en su propia residencia.
Ritchie afronta con este filme su primera experiencia en el mundo de las grandes producciones, un reto que podría relanzar su por el momento discreta carrera, en la que sólo destaca 'Snatch, cerdos y diamantes'.
El cineasta británico utiliza el recurso 'slow motion' (es decir, la ralentización extrema de ciertos movimientos) para subrayar el profundo conocimiento de las artes marciales que exhibe Sherlock, una faceta que se apunta de forma secundaria en algunas de las cuatro novelas y 56 relatos cortos que escribió Conan Doyle.
La escenografía representa una parte fundamental de la película al recrear minuciosamente el Londres del siglo XIX, una ciudad que conserva todavía su estilo victoriano y en la que algunas calles se mantienen exactamente igual que antaño, a excepción de la calzada, lo que hace posible identificarlas durante la película.
Especialmente impactante es la escena que se desarrolla en el llamado 'Tower bridge', una instalación que se encontraba a medio construir en la época en que se desarrolla la acción y donde tiene lugar el enfrentamiento final entre Sherlock y su rival.
La música juega también un papel importante en la nueva aventura de Sherlock Holmes al imprimirle un ritmo trepidante a través de sus melodías, las cuales recuerdan a cánticos griegos e irlandeses.
El cacareado "Elemental,mi querido Watson" no aparece en ningún momento, una ausencia que puede explicarse por el hecho de que Conan Doyle no utilizara esa frase literalmente en ninguna de sus obras, y que se suma a la desaparición de la tradicional gorra con doble visera de la creación que le hizo conocer la fama.
La película de Ritchie muestra aspectos poco reflejados de Sherlock en los dibujos animados, las series y otras versiones cinematográficas realizadas con anterioridad, aunque deja pasar la oportunidad de adentrarse en la complejidad sexual del personaje o en el consumo de drogas, temas que si afrontó Billy Wilder en 'La vida privada de Sherlock Holmes' (1970).
fuente: elmundo.es
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