GABO. El escritor publicó en 2004 la
novela que causa polémica.
Una denuncia, en México, dice que la obra Memoria de mis putas tristes hace "apología de la trata de niñas".
Puebla ya estaba lista, sería el escenario de la versión cinematográfica de Memoria de mis putas tristes, la última novela de Gabriel García Márquez. Pero las locaciones quedaron vacías. Ayer, el proyecto se paró, habiendo quedado sin el 20 por ciento de su financiación -a cargo del gobierno provincial de Puebla- luego de que la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe presentara una denuncia ante la Procuraduría General de la República de México contra el filme y sus responsables, por considerar que se trata de una "apología de la trata de niñas".
Habrá que recordar que Memoria de mis putas de tristes es la historia de un anciano, asiduo concurrente a prostíbulos, que para celebrar su cumpleaños número 90 le paga a una madama para que le consiga una joven virgen. Teresa Ulloa, directora regional de la Coalición contra el Trafico, denunció que filmar una película que promueva la pederastía representa un riesgo, "principalmente en un país donde este delito crece con la tolerancia y complicidad de las autoridades". Alzó la voz también, contra el rodaje de la historia de García Márquez, la periodista Lydia Cacho, quién en su columna aparecida el lunes en el diario el Universal, cuestiona la decisión del autor de llevar a la pantalla esta historia, "en el momento en el que el mundo está luchando contra ola creciente explotación sexual comercial de niñas y adolescentes".
La periodista -que advierte además que si el libro tuvo un alcance limitado, el filme terminará en televisión y será de alcance masivo- encendió la alarma sobre las personas que están detrás de la realización de esta versión cinematográfica, lo que parece ser el detonante más profundo de la polémica. Vamos por partes: la película estaba proyectada como una coproducción entre México, España y Dinamarca, financiada por las firmas mexicanas Televisa y Femsa, y además, por el gobierno de Puebla, a cargo de Mario Marín. Ahí está el punto: este gobernante fue señalado por Lydia Cacho como cercano a redes de pederastas, en el libro Los demonios del Edén. Tras esa publicación, la periodista fue detenida, en 2005, bajo cargos de difamación.
También la productora cinematográfica Bertha Navarro intervino a favor de la cancelación del rodaje y le envió un correo al director del filme, el danés Hanning Carlsen, en el que decía que de aceptar el financiamiento estatal estaría "siendo financiado por la mafia más indignante que oculta la red de pedofilia de tráfico de niños". Entonces, con la polémica en crecimiento, el gobierno de Puebla anunció ayer, que "el financiamiento sería cancelado, para cerrar el paso a cualquier controversia que lo involucre directa o indirectamente sobre el tema de la pederastía".
"Están censurando una obra fílmica sin conocer ni el guión ni la versión del director", protestó el codirector Ricardo del Río. Y agregó: "Nos han dado un golpe mortal porque no podemos aventurarnos a filmar sin todos los recursos. Será difícil que esto salga adelante porque ya se politizó". Del Río afirmó además que García Márquez "está enterado y no concibe cómo una obra cultural se ha politizado". Por su parte, Ulloa, quien lleva adelante la denuncia, concluyó: "No queremos meter a la cárcel a García Márquez, lo que quisiéramos es que no se filme la cinta".
El pecado de no leer
Ezequiel Martínez
Es posible confundir perversión con redención? Los que ahora se indignan ante la posible versión para el cine de Memorias de mis putas tristes seguramente nunca leyeron el libro. Alguien les susurró la trama de un hombre que para su 90° cumpleaños se regala una doncella virgen, y cegados por un teléfono descompuesto redujeron la trama a una apología de la pedofilia. Ni siquiera es una novela erótica. Es una novela que habla del "cambio espiritual de un anciano depravado", como la definió el Premio Nobel J.M. Coetzee. El protagonista, en la última curva de una vida áspera, ve su conciencia moral sacudida por un sentimiento que en principio no reconoce: la posibilidad del amor. La adolescente apenas si es violentada por sus ojos. Apenas la toca. No puede, porque busca consumar otra cosa: la redención de sus pecados a través de la metamorfosis de su deseo carnal en otro irreconocible. A veces no hay peor pecador que el que no quiere leer.
El amor siempre es el argumento
En su columna aparecida el lunes en El Universal, la periodista Lydia Cacho afirma: "En su novela el Gabo asegura que el viejo se enamora de Delgadina. Ese argumento lo hemos escuchado de cientos de pedófilos que buscan niñas vírgenes de entre 13 y 14 años para violarlas y que pagaron por que alguien las secuestrara, comprar y vendiera; que incurriera en el delito de trata de personas con fines de explotación sexual". Cacho, se pregunta además: "¿Tienen o no escritores y artistas una responsabilidad moral por lo reflejado en sus obras?".
fuente Revista Ñ
http://cinenojo.blogspot.com
Puebla ya estaba lista, sería el escenario de la versión cinematográfica de Memoria de mis putas tristes, la última novela de Gabriel García Márquez. Pero las locaciones quedaron vacías. Ayer, el proyecto se paró, habiendo quedado sin el 20 por ciento de su financiación -a cargo del gobierno provincial de Puebla- luego de que la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe presentara una denuncia ante la Procuraduría General de la República de México contra el filme y sus responsables, por considerar que se trata de una "apología de la trata de niñas".
Habrá que recordar que Memoria de mis putas de tristes es la historia de un anciano, asiduo concurrente a prostíbulos, que para celebrar su cumpleaños número 90 le paga a una madama para que le consiga una joven virgen. Teresa Ulloa, directora regional de la Coalición contra el Trafico, denunció que filmar una película que promueva la pederastía representa un riesgo, "principalmente en un país donde este delito crece con la tolerancia y complicidad de las autoridades". Alzó la voz también, contra el rodaje de la historia de García Márquez, la periodista Lydia Cacho, quién en su columna aparecida el lunes en el diario el Universal, cuestiona la decisión del autor de llevar a la pantalla esta historia, "en el momento en el que el mundo está luchando contra ola creciente explotación sexual comercial de niñas y adolescentes".
La periodista -que advierte además que si el libro tuvo un alcance limitado, el filme terminará en televisión y será de alcance masivo- encendió la alarma sobre las personas que están detrás de la realización de esta versión cinematográfica, lo que parece ser el detonante más profundo de la polémica. Vamos por partes: la película estaba proyectada como una coproducción entre México, España y Dinamarca, financiada por las firmas mexicanas Televisa y Femsa, y además, por el gobierno de Puebla, a cargo de Mario Marín. Ahí está el punto: este gobernante fue señalado por Lydia Cacho como cercano a redes de pederastas, en el libro Los demonios del Edén. Tras esa publicación, la periodista fue detenida, en 2005, bajo cargos de difamación.
También la productora cinematográfica Bertha Navarro intervino a favor de la cancelación del rodaje y le envió un correo al director del filme, el danés Hanning Carlsen, en el que decía que de aceptar el financiamiento estatal estaría "siendo financiado por la mafia más indignante que oculta la red de pedofilia de tráfico de niños". Entonces, con la polémica en crecimiento, el gobierno de Puebla anunció ayer, que "el financiamiento sería cancelado, para cerrar el paso a cualquier controversia que lo involucre directa o indirectamente sobre el tema de la pederastía".
"Están censurando una obra fílmica sin conocer ni el guión ni la versión del director", protestó el codirector Ricardo del Río. Y agregó: "Nos han dado un golpe mortal porque no podemos aventurarnos a filmar sin todos los recursos. Será difícil que esto salga adelante porque ya se politizó". Del Río afirmó además que García Márquez "está enterado y no concibe cómo una obra cultural se ha politizado". Por su parte, Ulloa, quien lleva adelante la denuncia, concluyó: "No queremos meter a la cárcel a García Márquez, lo que quisiéramos es que no se filme la cinta".
El pecado de no leer
Ezequiel Martínez
Es posible confundir perversión con redención? Los que ahora se indignan ante la posible versión para el cine de Memorias de mis putas tristes seguramente nunca leyeron el libro. Alguien les susurró la trama de un hombre que para su 90° cumpleaños se regala una doncella virgen, y cegados por un teléfono descompuesto redujeron la trama a una apología de la pedofilia. Ni siquiera es una novela erótica. Es una novela que habla del "cambio espiritual de un anciano depravado", como la definió el Premio Nobel J.M. Coetzee. El protagonista, en la última curva de una vida áspera, ve su conciencia moral sacudida por un sentimiento que en principio no reconoce: la posibilidad del amor. La adolescente apenas si es violentada por sus ojos. Apenas la toca. No puede, porque busca consumar otra cosa: la redención de sus pecados a través de la metamorfosis de su deseo carnal en otro irreconocible. A veces no hay peor pecador que el que no quiere leer.
El amor siempre es el argumento
En su columna aparecida el lunes en El Universal, la periodista Lydia Cacho afirma: "En su novela el Gabo asegura que el viejo se enamora de Delgadina. Ese argumento lo hemos escuchado de cientos de pedófilos que buscan niñas vírgenes de entre 13 y 14 años para violarlas y que pagaron por que alguien las secuestrara, comprar y vendiera; que incurriera en el delito de trata de personas con fines de explotación sexual". Cacho, se pregunta además: "¿Tienen o no escritores y artistas una responsabilidad moral por lo reflejado en sus obras?".
fuente Revista Ñ
http://cinenojo.blogspot.com
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