El realizador francés propone existencialismo teñido de sangre, también de apresurada enajenación cinematográfica.Scarlett Johansson es una ingenua estudiante americana residente en Taipei que se convierte sin quererlo en mula para trasportar una misteriosa droga azul
Sin capa, ni mallas, ni traje ajustado que corta la respiración, ni siquiera con un nombre propio de superheroína. Lucy (Scarlett Johansson), una ingenua estudiante americana residente en Taipei, se convierte sin quererlo en 'mula' para trasportar una misteriosa droga azul
en su vientre tras una cirugía express. Al esparcirse accidentalmente
la droga por su cuerpo los efectos no tardarán en llegar y no tendrán
nada que ver con los que provocaba los cristales cocinados en el
laboratorio de Walter White en 'Breaking Bad', serán muy superiores. La joven se convertirá poco a poco en la mujer más poderosa del mundo.
Lucy es una superheroína por casualidad, más bien por obligación.
Y quizás sea en la forma de introducir algo extraordinario en el
momento más inesperado de la cotidianidad de una joven cualquiera, donde
resida gran parte del encanto de la nueva cinta de Luc Besson.
La protagonista pasa de utilizar un 10% de su mente, la cantidad que se supone que empleamos el común de los humanos según la película, a incrementar su capacidad cerebral hasta llegar, finalmente, al 100%. El éxtasis mental que algunos como el profesor Norman (Morgan Freeman) estudian sobre el papel pero que nadie imaginaría nunca que ocurriese, acaba convirtiéndose en realidad.
El realizador francés propone existencialismo teñido de sangre, también de apresurada enajenación cinematográfica,
y le sale bastante más que decente. Besson sabe mucho de 'superwomans',
véase en su haber cinematográfico y mental creaciones como Nikita o Leelo
('El quinto elemento'), algo que se percibe en 'Lucy', que conglomera
el mejor saber hacer del director a la hora de construir personajes
femeninos.
Lucy en un momento del inicio de la cinta de Luc Besson
El viaje mental y físico que la protagonista realiza en la cinta está repleto de inesperadas preguntas existenciales
que se formulan indirectamente y que quedan en el aire aún 90 minutos
después. Desde la tensa habitación de hotel en la que los mafiosos
clavan sus miradas en la joven asustada hasta que adquiere la capacidad
de dominar los cuerpos ajenos con un simple movimiento, Lucy experimenta una metamorfosis parecida a la civilización actual. Un guiño que Bessom introduce a modo de acertados fotogramas que reflejan la mutación, esta vez de la propia humanidad, desde el primer antepasado (también de nombre Lucy) hasta la sociedad hiperindustrializada y el mundo globalizado actual protagonizado por las nuevas tecnologías.
Mentalmente Lucy recorre en un túnel del tiempo toda la historia de
la civilización en un solo segundo, hasta que se encuentra con 'la otra
Lucy'. 'Esta es la vida que se os ha sido entregada, ya sabéis que hacer con ella',
expone en los últimos minutos de la cinta. Entonces, los cerebros de
los espectadores en las butacas, todavía mareados por el rápido trayecto
y con 'Sister Rust' de fondo (el tema principal de Damon Albarn para la
película), reflexionan utilizando ese 10% del cerebro. Y Besson
consigue entonces su objetivo, conmocionar, remover aunque, eso sí, sin llegar a todavía a un destino claro.
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