2/6/15

Cineclub UC: 40 años educando el ojo

El cineclub universitario de labores ininterrumpidas más antiguo de Latinoamérica celebrará sus 40 años con un ciclo de películas de los años setenta, década en la que fue fundado

Fachada del Teatro México en el centro de Bogotá, sede cultural de la Universidad Central. /elespectador.com

Mucho antes de que el cine se convirtiera en una industria alimentada por producciones espectaculares que llenan las salas de los centros comerciales y que cada vez acercan más a los espectadores a experiencias de inmersión (realidad 3D, domos y simuladores en los que el público puede escoger y vivir su propia película), las circunstancias de difusión del séptimo arte entre quienes se interesaban por él eran muy distintas.
El cine nació en París a finales del siglo XIX y ya durante las primeras décadas del XX comenzó a generarse una cultura importante en torno a él. En 1920, el director, crítico y dramaturgo Louis Delluc creó un club privado para la presentación de películas que no se proyectaban en las salas comerciales. Delluc decidió llamarlo “cineclub” y allí reconocidos directores, escritores, intelectuales y artistas de la época se reunieron para apreciar las cintas y generar ejercicios críticos a partir de este ejercicio.
Esta práctica de naturaleza reflexiva, emancipada de la actividad comercial de las productoras de cine, se difundió rápidamente en países como España, Alemania e Inglaterra. Pero fue a finales de la década de 1940 que llegó a Colombia, por iniciativa de Luis Vicens. Este cinéfilo y librero catalán llegó a Santa Fe de Bogotá para fundar en 1949 el primer cineclub de América Latina: el Cineclub de Colombia. Aunque la primera proyección de cine en nuestro país data de 1897, la instauración del Cineclub de Colombia marcaría el inicio de una intensa actividad cultural alrededor del séptimo arte.
Otro pionero e infatigable apasionado por el universo del celuloide fue el bogotano Hernando Salcedo Silva, cinéfilo, crítico y recordado como generoso promotor de la cultura cinematográfica en la capital. Salcedo continuaría la labor de Vicens y actuaría como inspirador y colaborador en la creación de nuevos espacios para el cine. Además, plasmaría parte de su saber en las páginas de este mismo diario, como lo hiciera Gabo, su contemporáneo y cómplice en esa aventura.
Los años setenta
Pese a las dificultades financieras y de difusión que afrontó por mucho tiempo el medio cinematográfico en Colombia, los cineclubes se convirtieron en importantes puntos de encuentro para el intercambio de conocimientos, ideas, inquietudes y reflexiones en torno al cine. Asimismo, quienes impulsaron la actividad de los cineclubes se preocuparon por la apropiación, preservación y difusión de la cultura y el patrimonio fílmico, preocupación que se materializó en la creación de cinematecas como la de Colombia, fundada por Luis Vicens, y la Distrital, inaugurada en 1971.
A partir de 1970, gracias a las iniciativas de inquietos jóvenes cinéfilos y de académicos vinculados a universidades como la Nacional, la Javeriana, la Tadeo, el Externado, los Andes y la Central, Bogotá se convirtió en un escenario propicio para la militancia cinematográfica. En medio de un escenario político tenso en América Latina, los estudiantes reclamaban también a través del activismo cultural e intelectual garantías sociales.
En ese momento ya eran famosos espacios como Cine Arte, Gente de Cine y Núcleo en Argentina, así como sus revistas; y el Salón Cinematográfico y La Cinemateca Luis Buñuel en México, un coloso de la industria del cine, que tuvo momentos de esplendor y decadencia. En Colombia, los cineclubes bogotanos se alimentaban y aprendían de las experiencias de grupos como el de Barranquilla y el de Cali.
El Cineclub de Cali fue especialmente representativo, por una parte, debido a que la programación de sus ciclos evidenciaba un conocimiento profundo y acertado, y por otra, gracias a su revista Ojo al Cine, una de las primeras y más relevantes publicaciones especializadas en cine de Latinoamérica, y en la que colaboradores nacionales y extranjeros ampliaban los horizontes de la crítica cinematográfica.
Esta revista, de la que solo circularon cinco números, entre 1974 y 1976, era dirigida por Andrés Caicedo, Luis Ospina, Carlos Mayolo, Ramiro Arbeláez y Patricia Restrepo, todos ellos sobresalientes en su relación con el cine en Colombia (directores, productores, guionistas y teóricos) y quienes también mostraron un gran interés en difundir y promover el cineclubismo en Bogotá.
Por esa época, la actividad de los cineclubes en la capital era liderada aún por Hernando Salcedo Silva, quien guiaba a Juan Diego Caicedo González, del grupo denominado Los Tres Diegos. También se destacaban Orlando Mora y Jaime Acosta, quienes fueron miembros activos del Primer Encuentro Nacional de Cineclubes y del comité de la Federación Colombiana de Cineclubes.
Surge el Cineclub Universidad Central
En ese momento, Jaime Acosta Morales estaba interesado en crear un cineclub en Bogotá y para llevar a cabo este proyecto contó con dos apoyos fundamentales, el primero: la asesoría de Andrés Caicedo, reconocido entonces como crítico de excepcional formación; y el segundo: el fuerte vínculo existente entre artes y academia que ha tenido lugar en la Universidad Central. Allí, Jorge Enrique Molina, entonces rector y uno de sus fundadores, y el filósofo y escritor Álvaro Rojas de la Espriella, director del Departamento de Humanidades, dieron luz verde a la iniciativa.
El 7 de junio de 1975, el Cineclub dio inicio a sus actividades, que hoy, cuatro décadas más tarde, no han sido interrumpidas y son motivo de celebración.
Cine con clase
En su primera etapa, el Cineclub funcionó en el auditorio de Radio Sutatenza en Bogotá, donde se programaba una función los sábados en la tarde. Los ciclos de directores, movimientos o géneros cinematográficos eran acompañados de hojas informativas, introducciones y foros orientados a fortalecer su labor como espacio para la formación de público.
En su ensayo Los cineclubes bogotanos, recopilado en el proyecto Bogotá Fílmica, del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC) y el Instituto Distrital de las Artes, el crítico, docente e investigador Juan Diego Caicedo González recuerda: “Acosta programó de acuerdo con el gusto de Caicedo, lo que para el público de entonces era toda una novedad; películas de directores independientes, obras malditas, veladas y marginales dentro de la exhibición, filmes de horror y terror”, y agrega con respecto a las críticas impresas que se entregaban: “la mayoría eran de la autoría de Caicedo o tomadas de alguna revista española o peruana, como Hablemos de Cine [...] En eso consistió la revolución cineclubística de la Central: un nuevo gusto, otra manera de ver el cine, otro género de crítica, hacían su aparición en la ciudad”.
Luego, desde 1978 y durante más de una década, el Cineclub estuvo bajo la dirección de Patricia Restrepo, quien fuera integrante del comité de redacción de Ojo al Cine y quien además de la programación que organizaba en ese momento en la Cinemateca Distrital, se propuso, con el apoyo del Departamento de Humanidades y Letras de la Universidad Central, realizar publicaciones como Función Social de los Cine-Clubes; Los mediometrajes de Focine; Diego León Giraldo, el cine como testimonio; Cine norteamericano; la Nueva ola, de la crítica a la realización; Wim Wenders, El arte del movimiento; Rainer Werner Fassbinder y Andrei Tarkovski.
La intención del Cineclub de formar un público capaz de conocer los elementos constitutivos de una película y de analizar de forma objetiva y crítica el texto fílmico desembocó en la creación de talleres de apreciación cinematográfica, que luego se convertirían en los Talleres de Apreciación Permanente, bajo la dirección de Julio Contreras, entre 1992 y 1995.
Parte de ese proceso fue la creación de espacios y actividades orientados a la divulgación del cine como expresión humanística y a la formación de público, tales como los Talleres de Oficios para la formación en producción audiovisual y las publicaciones que recogían las experiencias de estos. Desde 1996, la revista Cuadernos del Cineclub, iniciativa de Mauricio Durán, quiso continuar en esa misma dirección y darles unidad y frecuencia a las publicaciones.
Joyas del patrimonio cultural y arquitectónico
A partir de 1998, el Auditorio Fundadores del Teatro México, antiguo Cinema Azteca, construido en la década de 1960 por la productora mexicana de cine Pelmex y adquirido por la Central en 1994, se convirtió en la sede permanente de proyecciones del Cineclub. Ubicada en la acera sur de calle 22, entre las carreras quinta y séptima, en pleno corazón de la ciudad, esta construcción forma parte, junto con el Teatro de Bogotá y el Teatro Faenza, de un complejo cultural abierto al público, donde convergen la conservación de una parte esencial del patrimonio arquitectónico bogotano y una actividad que busca preservar parte del patrimonio cinematográfico de la humanidad.
En 1999, Iván Acosta Rojas, actual director del Cineclub, y Ramiro Camelo propusieron ampliar la programación mediante la proyección de ciclos temáticos, contextualizados o de autor, ya que hasta ese momento se realizaba solo una proyección semanal durante el período académico.
El Cineclub hoy
Actualmente, el Cineclub Universidad Central es sede de eventos cinematográficos de exhibición y académicos en el país; ha acogido a personalidades del cine como Peter Greenaway, Roman Gubernt, Guillermo Arriaga J. y Ciro Guerra, entre muchos otros, y es espacio importante de festivales y muestras audiovisuales como el Festival de Cine Europeo Eurocine, el Festival de Cine de Bogotá, el Festival de Cine Ruso, la Semana Documental (organizada con el Festival de Cine Latino de Nueva York), el Festival Beeld voor Beeld, la Muestra Internacional de Documental, el Zinema Zombie Fest y varios más.
En el último año el Cineclub registró más de 18.000 asistentes a sus eventos, ha acercado la universidad al público bogotano y aumentado su presencia en las actividades cinematográficas de la ciudad, mediante los ciclos y eventos audiovisuales que programa durante once meses del año. También colabora en la creación de nuevos cineclubes y asesora espacios para la formación de públicos como los de la Universidad Nacional de Colombia. Desde comienzos de este siglo es gestor y fundador de la Asociación Nacional de Cineclubes La Iguana.
La formación de públicos con una visión objetiva no solo frente al cine, sino también frente a los medios audiovisuales, ha sido uno de los intereses que han guiado con mayor fuerza las actividades del Cineclub. Esta labor se ha manifestado en los criterios de programación de ciclos, eventos, foros, seminarios, talleres, conversatorios y conferencias dirigidas a diferentes sectores del público y que se enmarcan en la función educativa y social de la universidad en Colombia.

Laura Zoar Blanco Adarve.Licenciada en Español y Filología Clásica de la Universidad Nacional y correctora de estilo de la Universidad Central.

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