12/1/15

Francesco Rosi, el azote de la mafia

 Fallece a los 92 años el director de filmes de denuncia como  El caso Mattei
 
Francesco Rosi, el año 2008, en la Berlinale./Barbara Sax/elperiodico.com
Hoy que están de moda teleseries como Boardwalk Empire, sobre el crimen organizado durante la Ley Seca, y Gomorra, adaptación al formato televisivo del libro de Roberto Saviano en torno a la camorra napolitana, echar la vista atrás y contemplar la obra del director Francesco Rosi es muy recomendable.
Rosi, fallecido en la madrugada del sábado en su domicilio romano, había nacido en 1922 en Nápoles, así que sabía de lo que hablaba cuando dedicó buena parte de su filmografía al crimen organizado en Italia. Cercano a las posturas del PCI, su obra estuvo marcada por el neorealismo.
En 1948 fue ayudante de Luchino Visconti en La terra trema, uno de los pilares de esta tendencia. Volvió a trabajar a sus órdenes en Bellisima y Senso, y fue también asistente de Michelangelo Antonioni en I vinti. De ellos heredó el acento realista, pero sus mejores dramas estuvieron ligados a la crónica mafiosa.
Su tercer largometraje, Salvatore Giuliano (1962), sobre el bandolero independentista siciliano del mismo nombre, marcó a conciencia su trayectoria, pero fue el siguiente, Las manos sobre la ciudad (1963), en torno a la corrupción de los negocios inmobiliarios en Nápoles, la cinta que le dio prestigio definitivo.

Cine denuncia

Tras un paréntesis español con El momento de la verdad (1965), filme sobre un joven torero que contó con guion de Pere Portabella y Ricardo Muñoz Suay, y de un filme antibelicista, Hombres contra la guerra (1970), Rosi regresó al cine de denuncia, del que sería el máximo exponente durante toda la década de los 70: El caso Mattei (1972), crónica de la muerte de un conocido empresario, recompensada con la Palma de Oro en Cannes; Lucky Luciano (1973), retrato muy en la línea del PCI del famoso gánster italoamericano, y Excelentísimos cadáveres (1975), centrada en el asesinato de diversos magistrados italianos.
Gian Maria Volonté y Rod Steiger serían fieles compañeros en estas obras de denuncia adscritas plenamente a su tiempo. No le fueron tan bien las cosas con posteriores producciones internacionales como Cristo se paró en Eboli (1979), según la obra de Carlo Levi, y Crónica de una muerte anunciada (1987), imposible adaptación del libro de García Márquez. Tras un espureo regreso al cine mafioso -Dimenticare Palermo (1990)-, cerró su filmografía volviendo a la literatura, en este caso con La tregua de Primo Levi (1997), reconstrucción de la odisea de unos supervivientes italianos de Auschwitz.

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