Grandes nombres de la literatura mundial, de Roth a Franzen o Beigbeder, sitúan los atentados como trasfondo de sus novelas | Franzen describe en su nuevo libro un país en el que todo se ha venido abajo | Updike fue criticado por su libro del 11-S, al que Hamid se acerca con gran tacto
La literatura ha sido sacudida de lleno por la onda expansiva del 11-S. Muchas novelas, especialmente las de los grandes nombres de la narrativa norteamericana, se han ocupado del tema en los últimos diez años. Además de los que han abordado el suceso desde el punto de vista del thriller, poniendo el énfasis en la acción terrorista y la espectacularidad de los hechos, muchas otras obras ahondan en un tema eterno: la sensación de indefensión y vulnerabilidad humana ante los horrores del mundo. ¿Quiénes somos y por qué nos sucede esto?
"Libertad" (Llibertat), de Jonathan Franzen (Western Springs, 1959), que Salamandra y Columna publicarán el día 20 de este mes, describe un país en el que todo se ha venido abajo en los últimos diez años: las torres gemelas, sí, pero también la familia, la pareja, el amor, la moral o la política. Los protagonistas son los Berglunds, una familia de clase media cuyas peripecias son reconstruidas con un realismo casi decimonónico y la aspiración –tan seductoramente antigua- de reflejar todo un país en una novela: su puritanismo, sus costumbres sexuales, sus inseguridades, sus pasiones ocultas, sus conflictos culturales, el movimiento animalista, las cuestiones llamadas de género, el armamentismo, el ejercicio irresponsable de la libertad.... Y con el 11-S omnipresente, sobre todo sus consecuencias: los atropellos políticos, militares, diplomáticos e incluso ecológicos que ha acarreado.
Paul Auster (Newark, 1947) vio desaparecer a las Torres Gemelas desde su terraza en lo que siempre ha llamado "el día más largo de mi vida". Y aquella visión ha tenido reflejo en dos libros suyos. Por un lado, "Un hombre en la oscuridad" (Un home a les fosques) (Anagrama / Edicions 62), del 2008, donde imaginaba unos Estados Unidos en los que no han llegado a suceder los atentados del 11 de septiembre del 2001, aunque, a cambio, todo el país sufre una sangrante guerra civil entre derecha e izquierda. Y, por otro lado, en el final de "Brooklyn Follies" (2005, Anagrama/Edicions 62) aparecen los atentados del 2001, no casualmente pues este libro, según explicó él mismo en Barcelona, "fue escrito para rendir homenaje a una forma de vida rota abruptamente en 2001 y a la necesidad de reconocer la felicidad en lo cotidiano".
Otro de los grandes, Philip Roth (Newark, 1933), en "Sale el espectro" (L'espectre se'n va) (Mondadori/La Magrana, 2007), hacía que su alter ego, Zuckerman, aquejado de cáncer de próstata, abandonara su retiro de años en el campo y regresara a vivir a Nueva York, tras el 11-S, junto a una pareja que también había abandonado la ciudad. La vuelta a la gran manzana supone regresar a los estímulos más vitales, y la obra contiene un análisis de la política norteamericana de las últimas décadas. En "Elegía" (Elegia) (2006, Mondadori/La Magrana), una novela sobre el envejecimiento y la muerte, su protagonista también sufre el miedo post 11-S.
Ha sido un amigo de Roth, Don DeLillo (Nueva York, 1936), el que acaso haya excelido más en reflejar el 11-S. Su novela "El hombre del salto" (L'home del salt) (Seix Barral/Edicions 62), del 2007, se centra en el vagabundeo de un superviviente traumatizado, un abogado de 39 años obligado a redibujar su vida. La novela empieza la mañana del 11 de septiembre de 2001, e indaga también en lo que les sucede a otros varios personajes a partir de entonces. Como dice el propio DeLillo, desde el 11-S "hay algo vacío en el cielo".
Por "Terrorista" (Terrorista) (Tusquets/Bromera) le cayeron chuzos de punta al fallecido John Updike (1932-2009), quien narraba lo que le sucede a Ahmad, un estudiante que decide consagrase a la yihad. Le criticaron que se pusiera demasiado en la piel de los islamistas, ya que el autor se interesaba por cómo un ser humano llega a matar de ese modo y por las reacciones de las víctimas al dolor. Ya se había ocupado antes del tema en un relato, "Varieties of Religious Experience" (2002) que la revista "The New Yorker" rechazó por considerarlo demasiado atrevido. Quien hizo una matizada –y más discreta– aproximación a alguien que puede entender al terrorista fue Mohsin Hamid en la sensacional "El fundamentalista reticente" (Tusquets). También recibió bronca el autor de la novela "The Good Life" (2006), Jay McInerney, nada menos que de Norman Mailer, quien le recriminó que un acontecimiento de tal magnitud requería un tiempo de espera de por lo menos diez años.
El rey del terror, Stephen King (Portland, 1947), en "La torre oscura VI: Canción de Susannah" (Plaza y Janés), del 2004, hace una referencia al ataque cuando los personajes juegan a una maquinita en el World Trade Center y se preguntan qué sucedería si las torres sufrieran un colapso. Y también en un cuento de "Después del anochecer" (Plaza y Janés), del 2008, titulado "Las cosas que dejaron atrás", centrado en el sentimiento de culpa de un funcionario de una de las Torres, que por capricho no fue ese día a trabajar y por ello se salvó de una muerte segura. En "Mundo espejo" (2003, Minotauro), uno de los maestros de la ciencia ficción, William Gibson, cuenta con un protagonista que es un consultor de marketing cuyo padre desapareció en Manhattan la mañana del 11-S.
"El canal del sufrimiento" es un cuento escrito en el 2004 por David Foster Wallace (1963-2008), incluido en "Extinción" (Mondadori), sobre un escritor de la revista "Style", cuya sede se encuentra en el World Trade Center, que intenta finalizar un artículo antes de la hora de cierre, el 10 de septiembre.
En "Un trastorno propio de este país" (Un mal propi del país) (Tusquets/Empuríes), Ken Kalfus (Nueva York, 1954) utiliza el humor negro, pues una pareja en instancias de divorcio asiste a los hechos en la esperanza de que el otro haya muerto en los atentados, ya sea en el rascacielos o en uno de los aviones... lo que no sucede.
En "Al pie de la escalera" (A peu d'escala) (Seix Barral/Edicions 62), Lorrie Moore (Glens Falls, 1954) describe la vida de Tassie, una veinteañera criada en el campo que llega a Nueva York para estudiar en la universidad mientras el país se prepara para atacar Iraq. Haciendo de canguro, descubrirá un secreto.
En "Los hijos del emperador (RBA, 2006), Claire Messud (Greenwich, 1966) recorre las vidas de tres amigos neoyorquinos antes y después del 11-S. En "Tan fuerte, tan cerca" (Lumen, 2005), Jonathan Safran Foer (Washington, 1977) sigue a un narrador de 9 años, Oskar Schell, cuyo padre se encontraba en los pisos superiores del World Trade Center cuando los aviones impactaron sobre él. Oskar emprende una investigación para luchar sontra su tormento y para encontrar lo que cree que es el secreto más iluminador de su padre.
Las aportaciones también vienen de otros países. El irlandés Joseph O'Neill triunfó en el 2008 con "Netherland: el club de criquet de Nueva York", sobre un hombre de negocios holandés que vive en Nueva York y resulta traumatizado por el 11-S. "Sábado", del inglés Ian McEwan (Aldershot, 1948), se ambienta en Londres pero justamente después del 11-S y muestra cómo este atentado ha cambiado el mundo. "Windows on the World" (2003, Anagrama/Empúries), del francés Frédéric Beigbeder (Neuilly-sur-Seine, 1965), se ambienta en un restaurante situado en lo alto de una de las torres el 11-S. Cuenta la historia de Carthew Yorston y sus dos hijos mientras intentan escapar para sobrevivir al ataque. Cada capítulo del libro es un minuto. Y el británico Martin Amis (Oxford, 1949) no pudo resistir realizar una aportación desde la no ficción, con "El segundo avión" (Anagrama), miscelánea de artículos y ensayos donde se desliza el cuento "Los últimos días de Mohamed Atta".
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