28/5/15

Gente de bien: estreno nacional 28 de mayo


La ceremonia de clausura del 68 Festival de Cine de Cannes confirmó este domingo que el cine colombiano está viviendo un momento crucial en su historia.Después de su consagración en el Festival de Cannes, el cine colombiano llega a los jóvenes gracias al programa "Colegios al cine" con la película Gente de bien de Franco Lolli

 

UN RECORRIDO EXCEPCIONAL
En los últimos diez años, no solamente se pasó de producir cinco películas al año a alrededor de treinta, sino que cada vez es mayor la presencia colombiana en los festivales y mercados más importantes del mundo. Con tres películas seleccionadas en la última edición del Festival de Cannes y cinco premios otorgados –entre los cuales la prestigiosa Cámara de Oro para la Tierra y la Sombra de César Acevedo– lo único que parece hacerle falta al cine nacional es encontrarse con su público. Los números en la taquilla son alarmantes (menos de 5% de los espectadores colombianos fueron a ver películas nacionales en 2014).
COLEGIOS AL CINE
Con el objetivo de ayudar a remediar esta situación, la productora Evidencia Films y el Festival Intercolegiado de Cine, en conjunto con Cine Colombia, dieron esta semana inicio al piloto del programa de formación de públicos Colegios al Cine.
La iniciativa ofrece la oportunidad a jóvenes de primaria y bachillerato, tanto de colegios públicos como privados, de asistir a funciones de películas nacionales, organizadas especialmente para ellos en las salas de cine y acompañadas de un cine foro con los realizadores y un cuaderno pedagógico que permiten continuar la reflexión más allá de la sola proyección de la cinta.
Para el piloto del programa se escogió la película GENTE DE BIEN, ópera prima del director colombiano Franco Lolli, que se estrena en el país este jueves 28 de mayo. Seleccionada hace un año en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes y ganadora de siete premios en más de 60 festivales del mundo, la película llega a Colombia aureolada de su éxito crítico y comercial en el extranjero.
Gracias al apoyo de la Secretaría de Educación de Bogotá, de Idartes y de dos empresas privadas (Sodexo y Total) en el programa piloto participarán colegios del sector público además de hacerlo colegios del sector privado (entre los cuales están el Liceo Francés, el Leonardo Da Vinci o el Gimnasio Femenino). Y en las dos semanas por venir asistirán a las salas a encontrarse con los autores e intérpretes de GENTE DE BIEN más de 5000 jóvenes solo en la ciudad de Bogotá.
Hoy más que nunca, Colegios al Cine aparece como una iniciativa social y cultural indispensable para ayudar a solucionar el problema de audiencia del cine colombiano. Al empezar con una película colombiana de relevancia internacional, protagonizada por una de las actrices más queridas por los colombianos, Alejandra Borerro, se espera que ayude a reconciliar al público con el muy buen cine que se está produciendo en el país.

Trailer Oficial
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 fuente:Laboratorios Velvet






26/5/15

Muere Vicente Aranda, cineasta del amor, el sexo y la literatura

 El director de  Amantes  protagonizó agrias polémicas con escritores como Marsé y Gala
 
Vicente Aranda, director de cine español, fallecido ayer./elpais.com
El director de cine barcelonés Vicente Aranda, que falleció ayer a los 88 años en su casa de Madrid, deja tras de sí una obra amplia y variada merecedora de numerosos premios, entre ellos el Nacional de Cinematografía de 1988. También lega a la posteridad numerosas polémicas con productores, actores y críticos, a los que caricaturizó en alguna de sus películas. Fue Vicente Aranda un hombre que no se mordía la lengua y que saltaba al ruedo a pecho descubierto. Pero sobre todo fue un cineasta de talento al que se deben películas muy notables y, desde luego, personales.
Sostenía que siempre había tenido quince años más de lo que le correspondía, seguramente porque comenzó su carrera cinematográfica más tarde que otros directores de su generación. Esperó hasta los 39 años para dirigir su primera película, Brillante porvenir (1965), y lo hizo al alimón con Román Gubern, también autor primerizo. Hasta entonces Aranda había vivido en Venezuela, adonde se marchó a trabajar en temas informáticos, abandonando su Barcelona natal. Fue, pues, tardío en llegar al cine, y lo hizo, como presumía, “desde la nada a director, es decir, sin ningún paso profesional intermedio”, pero de forma contundente, como demuestran sus 25 largometrajes, a los que habría que añadir los espléndidos trabajos que hizo para televisión, como Los jinetes del alba y El crimen del capitán Sánchez. Mostró en todos ellos una visión de la vida y de nuestro país, amarga y realista, irónica y lúcida.

Liberación erótica

Al principio destacó dentro del movimiento renovador que supuso la llamada Escuela de Barcelona —Fata Morgana (1965)—, y más tarde, ya en plena libertad creadora, rodó películas como Las crueles, La novia ensangrentada, Clara es el precio (1975), Cambio de sexo (1976), La muchacha de las bragas de oro (1980), Fanny Pelopaja (1984) o Amantes (1991), esforzándose siempre en mostrar a personajes infelices que con frecuencia encontraban una liberación a través del sexo: “La no felicidad puede ser más creativa que la felicidad, más enriquecedora”, opinaba.
Respecto al sexo, claro que le interesaba, aunque se haya calificado de obsesión lo que para él era una reflexión sobre las turbulencias del amor y el abismo al que suelen conducir las pasiones, “las dos partes de la bomba, el amor y el sexo”. Destacadas fueron en este sentido ciertas ardientes secuencias de Clara es el precio con Amparo Muñoz, o las de Amantes y Si te dicen que caí con Victoria Abril, que se convirtió en su actriz fetiche. Sin olvidar a Ana Belén en La pasión turca, Ornella Muti en El amante bilingüe, Laura Morante en La mirada del otro, o Fanny Cottençon en Fanny Pelopaja.
La carrera de Vicente Aranda estuvo jalonada de ciertos tropiezos pero también de grandes éxitos como fueron, entre otros, las dos partes del legendario El Lute (1987), o la ya citada ácida versión de las relaciones amorosas que despertaron el interés del público en La pasión turca (1994), La mirada del otro (1997), Celos (1999) o Juana la Loca (2001). Inspirándose con frecuencia en novelas, conseguía traducir los textos ajenos en obras propias. Hecho que molestó a Juan Marsé, del que adaptó cuatro de sus novelas, disgusto que ocasionó un rifirrafe entre ambos; el novelista declaró que Aranda no era Hitchcock ni le llegaba a la suela de los zapatos, a lo que Aranda replicó que Marsé tampoco era Gustave Flaubert. Luego, al parecer, recuperaron en parte su vieja amistad. También Antonio Gala reaccionó indignado cuando vio la traslación al cine de su novela La pasión turca.
Otras novelas de Vázquez Montalbán, Luis Martín Santos, Antonio Gala, Gonzalo Suárez, Jesús Fernández Santos, Fernando Delgado o Juan Madrid fueron adaptadas al cine por Aranda, así como los clásicos Carmen (2003) o Tirante el blanco (2006). Su última obra fue Luna caliente (2009), con Eduard Fernández. En toda su filmografía jamás estuvo ausente el humor a pesar del carácter aparentemente huraño, de perenne cascarrabias con el que solía manifestarse. Ni cierto sentido del riesgo formal. “La vanguardia es imprescindible pero hay que disimularla”, le gustaba decir.


25/5/15

Cámara de oro para César Acevedo

La tierra y la sombra, del director colombiano César Acevedo, fue reconocida ayer con el prestigioso premio Cámara de Oro del Festival de Cine de Cannes, otorgado a la mejor  ópera prima  del evento
César Acevedo en la premiación final./elespectador.com,eltiempo.com

La cinta, que fue presentada en la sección paralela Semana de la Crítica del festival, ya había ganado el Gran Premio de esa sección antes de recibir el Cámara de Oro, que le fue entregado a Acevedo en la gala final del evento.
Los premios anteriores de la cinta incluyeron el SACD (Sociedad de Autores), el France 4 Visionary Award (premio revelación) y Le Grand Rail D’Or (premio del público).
Acevedo, realizador nacido en Cali en 1984 y quien ahora vive en Bogotá, agradeció conmovido el premio, el primero que se entregó durante la ceremonia de cierre del festival antes del anuncio de la Palma de Oro.
Rodada en el Valle del Cauca con actores del lugar, la película traslada al espectador al recio universo de una plantación y de una familia arrollada por el implacable avance del progreso y la explotación de los recursos naturales. La cinta relata la historia de un campesino que regresa a su casa tras 17 años de ausencia. Pero al volver debe enfrentar los cambios y la pérdida inevitable de su pasado.
“Esta película nació de un dolor personal. Mi madre acababa de morir, mi padre era como un fantasma. Quise hacer una película, pero todo lo que había venido a buscar había desaparecido con ellos, entonces tuve que tomar distancia”, dijo Acevedo en una entrevista con la agencia AFP, y agregó que “la sombra y el árbol es el símbolo del arraigo al lugar que cobija nuestras vidas familiares”. 
El realizador también ha estado detrás de dos cortometrajes, Los pasos del agua (2012) y La campana (2013), además de haber trabajado como asistente de Óscar Ruiz Navia en Los Hongos, premio especial del jurado del festival de Rotterdam.
El hilo conductor de La tierra y la sombra  es el estado emocional de los personajes y la evolución de sus sentimientos, a partir del aislamiento inicial, realzado por el horizonte de cañas que rodea su espacio vital. A medida que avanza la película, los personajes van cerrando heridas del pasado y reparando sus vínculos afectivos.
La cinta es protagonizada por Haimer Leal, Hilda Ruiz, Edison Raigosa, Marleyda Soto y José Felipe Cárdenas y fue rodada en la casa familiar de estos cañeros, construida en un claro en pleno cañaveral, apenas al amparo de la sombra de un viejo árbol.
“Es una película que está muy anclada en la cultura de esa región, con muchas significaciones directas, pero también llena de metáforas y alegorías de esa fatalidad del progreso, del olvido y la inevitabilidad de la ruptura familiar, la fragilidad de estas personas y de su soledad”, dijo Acevedo.

'Después de Cannes, me toca buscar trabajo'

 César Aceved, El director caleño habla de la huella que dejó en el festival, en el que ganó tres premios
“Cuando la gente comenzó a aplaudir tanto –al finalizar la primera proyección en Cannes de La tierra y la sombra–, yo me salí a llorar. Me quebré. Después de tantos años de trabajo, esto era un verdadero logro. Cuando me di cuenta, detrás de mí estaba el director de fotografía de las películas de David Cronenberg (Peter Suschitzky), quien me dijo, emocionado, que le había encantado la película”.
Con acento vallecaucano, el director César Augusto Acevedo recuerda el primer contacto que tuvo con uno de los jurados de la Semana de la crítica, espacio paralelo del renombrado festival de cine, donde su primer largometraje obtuvo tres premios, en un hecho inédito en la historia del cine nacional.
“Su película es mejor que todo lo que yo he hecho”, remató Suschitzky, el pasado jueves, durante el último encuentro que tuvo con el caleño al entregarle los galardones: el SACD (de la Sociedad de Autores), el France 4 Visionary (premio al director revelación) y Le Grand Rail D’Or (el premio del público).
La tierra y la sombra  es el drama de una familia que retrata el regreso de un campesino, que años atrás abandonó su casa, para ayudar a cuidar a su hijo moribundo, mientras su mujer y su nuera trabajan como corteras de caña. A eso se suma su lucha contra el poder avasallador del progreso, que pretende destruir el lugar donde siempre han vivido.
“Quería mostrar lo que vive una persona cuando vuelve a un lugar que ha cambiado mucho. Es una historia acerca de la lucha familiar por fortalecer sus lazos”, recalca el director.
El relato se construyó a partir de una casa, un árbol y el universo de la caña de azúcar, con un ritmo pausado y dramático que expone también un elemento de identidad de Acevedo, quien desarrolló este proyecto a partir del fallecimiento de su madre. Con él buscaba también expresar una idea acerca del encierro, la soledad y la opresión de una manera simbólica y visualmente impactante.
“Apenas terminó la ceremonia de premiación, abracé a mi papá, que me acompañó a Cannes, y llamé a mi hermana, pero casi no le entendía porque estaba ahogada en llanto de la felicidad. Esa noche celebré, pero solo, porque mis productores (de Burning Blue) se tuvieron que ir”, recuerda Acevedo (Cali, 1987).
En la Semana de la crítica, tres grupos distintos de jurados insistieron en que La tierra y la sombra era una película hermosa y bien dirigida.
“Me siento muy feliz por César porque, además de que somos amigos, he sido testigo de su paso por el cine. Él, de alguna manera, fue como un discípulo que ahora se convirtió en maestro”, dice el director caleño Óscar Ruiz Navia, recordado por 'El vuelco del cangrejo', en la que Acevedo fue asistente de producción, y por Los hongos, donde también trabajó como guionista.
“Siempre ha sido un fanático del cine, desde las épocas en las que teníamos un cineclub en el espacio cultural Lugar a Dudas, en Cali. Es una persona muy sensible y con un talento muy especial para escribir. El guion de La tierra y la sombra fue una idea que se le ocurrió desde que estudiaba en la Universidad del Valle (donde se graduó en comunicación social) y me acuerdo de que cuando lo leímos, todos nos asombramos de lo bueno que era”, agrega Ruiz Navia sobre su amigo y colega.
“César es muy organizado y llevaba muchos años trabajando en la idea de esa película. Es importante lo que le pasó en Cannes, pues refuerza un poco esa idea, que muchos de nosotros estamos trabajando, de dar paso a un cine de autor que pueda contar otras historias y con otros personajes”.
Para Acevedo, todo lo que le ha pasado con el filme en el festival es solo el comienzo de un proceso largo.
“Lo que sigue es acompañar la película, que la vea mucha gente. Llegaré a Colombia a seguir escribiendo mi nuevo filme (algo sobre las consecuencias de la violencia en nuestro país, contado desde el lado de los muertos, del lado de los fantasmas). Después de Cannes, me toca buscar trabajo. Vamos a ver si eso cambia después de lo que pasó con la película”, anota el realizador.
La edición 68 del Festival de Cine de Cannes, que terminó este domingo, marcó un hito en la cinematografía colombiana, pues, además de La tierra y la sombra, también participaron Alias MaríaEl abrazo de la serpiente –premiada en La Quincena de realizadores– y el proyecto El concursante, en Cinéfondation.
“Esto ha sido muy bonito para alguien que está intentando hacer un cine más humano, que se aleja de esa idea de que con una película no necesitamos sentir o pensar un poco más, sino solo entretenernos”, explica Acevedo.

23/5/15

"La tierra y la sombra" gana tres premios en Cannes

La ópera prima del cineasta valluno César Acevedo compitió en la Semana de la Crítica del festival y se llevó varios de los principales galardones de la sección

Película La tierra y la sombra de César Acevedo./revistaarcadia.com

Por primera vez una película colombiana gana tres premios en una misma sección del Festival de Cannes. El SACD (Sociedad de Autores), France 4 Visionary Award (Premio Revelación) y Le Grand Rail D’Or (Premio del público), son los galardones entregados a La tierra y la sombra.
“A pesar de ser una película arraigada en la cultura de mi país, es maravilloso ver cómo han sentido y acogido la película. Realmente siento que pude compartir con todos lo que sentíamos. Solo quiero darle las gracias a todos porque es un gran honor”, dijo Acevedo al recibir la estatuilla del Premio del público.
El filme era una de las dos producciones latinas que quedaron entre los siete finalistas de la Semana de la Crítica, elegidas entre 1.750 propuestas. El premio SACD es otorgado por un jurado compuesto por directores miembros de la Sociedad de Autores de Francia e incluye un reconocimiento de 4.000 euros. El France 4 Visionary Award, es patrocinado por el canal público France 4 y también entrega 4.000 euros. El premio Le Rails d’or es elegido por un jurado de cinéfilos miembros de la asociación ferroviaria Ceux du Rail, quienes analizan la acogida y aceptación que tiene el público al ver la película.
La tierra y la sombra, fue grabada en las plantaciones de caña de azúcar en el Valle del Cauca. Cuenta la historia de Alfonso, un campesino que vuelve a su hogar tras 17 años de ausencia. Al regresar encuentra que todo lo que una vez conoció ya no existe y su familia está a punto de ser desplazada por una amenaza invisible.

"El abrazo de la serpiente": un éxito en Cannes

La película de Ciro Guerra se estrenó en el festival de cine francés y recibió una ovación de pie que duró más de diez minutos

Karamakate (Nilbio Torres). / Andrés Córdoba./revistaarcadia.com

“Si no logramos que los blancos aprendan, será nuestro fin. Y el de todo.” Así afirma Manduca, uno de los protagonistas indígenas de la más reciente película del director colombiano Ciro Guerra.
En El abrazo de la serpiente, todo parece girar alrededor de esta premisa. La película narra la historia de dos científicos extranjeros que irrumpen en la selva amazónica, con cuarenta años de diferencia, en busca de una planta sagrada que curará sus males. Guiados por Karamakate, el último de su tribu, ambos personajes chocan con su entorno antes de aprender que la selva es buena solo si se comportan adecuadamente. La película también muestra los daños que la colonización deja en el territorio, pues el espectador se estremece con las imágenes de indígenas asesinados por los caucheros y con los actos de los misioneros religiosos encargados de convertir a los “no creyentes”. Una historia brutal, pero necesaria, que muestra una realidad que ha sido devorada por el olvido.
Evan (Brionne Davis) y Karamakate (Antonio Bolívar)./ Andrés Córdoba.
Pero ahora, con El abrazo de la serpiente, el mundo conocerá la historia.
“Ya era hora de darnos a conocer mediante el cine y esta película nos permite conocer la historia, la cultura y la vida misma de las personas que vivieron en esa época de la masacre y los caucheros. Pero también nos permite ver la riqueza: el río, las plantas y la medicina que es lo más importante que tenemos en Colombia y Latinoamérica.” afirmó en conversación con Arcadia Miguel Dionisio Ramos, quien interpreta a Manduca.
Por su lado, Atonio Bolivar, Karamakate viejo, dijo: “Yo vengo del amazonas que es la riqueza más grande que tenemos en el mundo. Estoy aquí para mostrar nuestra presencia y nuestro trabajo. Estoy muy contento de poder aportar un poco de nuestro conocimiento y nuestra historia ante un público internacional para que vean, escuchen y conozcan cómo estamos nosotros.”
Este 15 de mayo, una semana antes de su estreno nacional, la película de Ciro Guerra se estrenó en el Festival de Cannes ante un público de más de 1.500 espectadores que rindieron homenaje al director y su producción durante diez minutos tras finalizar su proyección.
Karamakate (Antonio Bolívar). /Andrés Córdoba.
Los protagonistas Antonio Bolívar y Nilbio Torres (Karamakate joven), que nunca habían salido de Colombia, viajaron a Cannes con el equipo de producción y estuvieron presentes durante el estreno mundial que estremeció al público. De acuerdo con Cristina Gallego, productora de la película, “Don Antonio y Nilbio habían cruzado por primera vez el Atlántico, es más, habían visto por primera vez el mar y llegaban a la Costa Azul. Los esperaba un vehículo del Festival y adentro un catálogo con las películas que están este año, escrita en un idioma que no conocían y allí su foto. Don Antonio, o Tafillama, como es su nombre indígena, dijo lo más sensato que he escuchado y refiriéndose a su foto en el catálogo: ‘ella llegó antes que nosotros’”.
Las buenas noticias no acaban allí. Esta semana se confirmó que Diaphana, una de las distribuidoras más grandes de Francia, y cuyo portafolio cuenta con películas como Boyhood  y  Mommy, adquirió los derechos de la película en ese país.

21/5/15

De 'punks' y violencia neonazi: así es el otro Cannes

La película Green Room ha dejado boquiabierto a un público acostumbrado a verlo todo. No es la primera vez que le ocurre a su director, Jeremy Saulnier

El reparto artístico de Green Room de Jeremy Saulnier./elpais.com

Jeremy Saulnier acaba de dejar sin respiración a los espectadores de la Quincena de realizadores de Cannes y no es la primera vez que lo hace. Con Green Room, ha logrado que un buen grupo de gente bregada en ver toda clase de propuestas gritara como adolescentes en un autocine. La película que ha traído una experiencia cinematográfica real al imperio del postureo fílmico muestra a una banda de punk sin mucha suerte, a la que sale un bolo en medio de la nada. Su público resulta ser un puñado de neonazis y sus perros rabiosos y, cuando los músicos se convierten en testigos inconvenientes de un hecho inesperado, la cosa se pone fea. Pero que muy muy fea. Es como una de zombies, pero con cabezas rapadas y una inteligente aproximación a la violencia en el cine. "Crecí en Virginia en los 90, en la era anterior a la matanza de Columbine. Mis amigos y yo grabábamos peliculas gore en VHS, jugábamos en la calle a matarnos los unos a los otros con armas de juguete y a nadie parecía importarle. Luego alguien cruzó una línea y todo cambió. Los medios de comunicación y el cine se volvieron muy cautelosos. También tenía una banda punk. En realidad yo solo gritaba en el micro y mis amigos tocaban. Pero al menos con esta película he recuperado todos mis mitos de la juventud y a la gente le ha gustado. Es como un sueño", nos cuenta la mañana después de su ovacionada presentación en Cannes.

En 2007 Saulnier había debutado tras la cámara con Murder Party, una cinta de terror irónico que, al igual que Scream (1996), homenajea a John Carpenter. Solo que esta vez las víctimas son un puñado de hipsters de Williamsburg. El cineasta, que vive y rueda en el barrio desde mucho antes de que se pusiera y pasara de moda, recibió buenas críticas por su primer trabajo, pero no el empujón definitivo en su carrera. Cuando en 2013 al estadounidense le hicieron poco menos que la ola en Cannes no se lo podía creer.
Macon Blair es su actor fetiche, además de amigo de la infancia. Cuenta con una fisionomía que lo sitúa más cerca del estilo de actores de Steve Buscemi o William H. Macy que de la categoría de Brad Pitt y Michael Fassbender. Es sin duda una competencia que en definitiva resulta tanto o más dura que la de los guapos de Hollywood. Cineasta y actor habían perdido la esperanza de dar el gran salto en la industria cuando rodaron en 2013 el tenso thriller Blue Ruin, la historia que les rondaba por la cabeza desde hacía 20 años. Fue más un brindis al sol que una última intentona, aunque para hacerlo realidad el director recurrió a sus ahorros y los de su esposa y a Kickstarter. Tenía que lograr el último pellizco para alcanzar el presupuesto necesario. "En realidad no fue muy difícil financiar la película. Simplemente sacamos la chequera y lar tarjetas de crédito y tiramos adelante. Aunque, evidentemente, no es así como funciona". Los fondos eran tan reducidos que Saulnier tuvo que hacer de su propio director de fotografía.

Cuenta que un día, mientras se dirigía a rodar uno de los vídeos corporativos por encargo con los que pagaba la hipoteca y las múltiples deudas que arrastraba, se enteró que el Festival de Cine de Cannes iba a proyectar Blue Ruin en una de sus secciones paralelas, atraídos por la originalidad en la mirada de Salunier y la humanidad que desprendía Blair, un vecino de al lado convertido en héroe del cine de acción.
La historia que había rechazado el Festival de Sundance triunfaba de improviso en Francia y a partir de ese momento todo fueron alabanzas para su trabajo, incluso el certamen estadounidense recitificó incluyéndola en su edición londinense un año después. Hasta el todopoderoso Harvey Weinstein, cuyas buenas (o malas) artes dieron el Oscar a Penélope Cruz, decidió encargarse de distribuir la película en Estados Unidos. Eso hizo que financiar Green Room fuera más sencillo y que el reparto lo formaran valores en alza de Hollywood como Anton Yelchin, Imogen Poots y Alia Shawkat, además del mítico Charles Xavier de X-Men, Patrick Stewart.
Ahora que regresa a la Croisette con su nuevo trabajo, los asistentes al certamen han estado atentos a lo que el estadounidense tenía que ofrecer. Y no se han decepcionado, contagiados por el entusiasmo genuino que hay en su forma de hacer cine. "He esperado toda mi carrera a que alguien influyente pusiera el sello de aprobación a lo que hago para que las puertas se abrieran. Por vez primera tengo varias ofertas en la mesa y puedo decidir el siguiente paso a tomar", celebra Saulnier.

19/5/15

Arte y expolio en el cine

Uno de los fenómenos culturales más relevantes de los últimos decenios ha sido la recuperación de obras de arte que robaron los nazis 

Portada del suplemento Culturals del sábado 15 de mayo de 2015./lavanguardia.com

Desde sus orígenes, el cine se ha mirado en el espejo del arte en busca de inspiración. Los filmes se han nutrido de las imágenes y sus trasfondos con desiguales resultados. Cinco son los grandes temas que ha abordado: la vida del artista como un héroe romántico, la fascinación por las falsificaciones, los robos como subgénero de acción, el coleccionismo o la metáfora de la posesión y ahora la restitución como recuperación de la memoria.

Entre las películas que se ocupan de las vidas de los artistas destacan tanto las historias como los actores que las han interpretado. Son caramelos para el lucimiento de los intérpretes, y cuanto mejor es el actor, mejor acostumbra a ser el resultado. Destacan tanto la remota Rembrandt (1936), con un magistral Charles Laughton, como El loco del pelo rojo (1956), con el magnífico duelo interpretativo entre Kirk Douglas y Anthony Quinn como Van Gogh y Gauguin, respectivamente, pasando por Los amantes de Montparnasse (1958), con Gérard Philippe interpretando a Amedeo Modigliani, o el gran Anatoly Solonitsyn en el papel del maestro del icono Andrei Rublev (1966), hasta la reciente Mr Turner (2015), con un soberbio Timothy Spall. También el arte ha llegado al cine a través de la literatura, como pasa en La Belle Noiseuse (1991), en la que Michel Piccoli se obsesiona por retratar el cuerpo desnudo de Emmanuelle Béart recreando La obra maestra desconocida de Balzac (ilustrada, a su vez, por Picasso en 1921). Sobre robos hay muchas películas -arte y delito se asocian a menudo- y van desde Topkapi (1964) a Trance (2013), pasando por Cómo robar un millón y... (1966), La trampa (1999; recordarán a la bellísima Catherine Zeta-Jones enfundada en cuero), El atraco (2009), El secreto de Thomas Crown (2011) y Headhunters (2011), por sólo citar algunas.

El viaje de las obras de arte siempre nos ha fascinado porque en él se condensa la historia y el azar. La literatura lo ha explotado en varias ocasiones. Mario Praz escribió el soberbio ensayo La casa de la vida, en el que narra su biografía a través de los muebles y objetos que coleccionó en su palacio romano. Edmund de Waal nos explica en La liebre con los ojos de ámbar (Acantilado) el destino de una colección de netsukes en un arco cronológico que va del siglo XIX hasta hoy, de Viena a Kioto, pasando por París, en un viaje estimulante entre el pasado y el presente a través de estas pequeñas figuras japonesas de marfil, testigos inmóviles del devenir de nuestro tiempo, trama y método literario en flashback que me ha recordado a la película británica La dama de oro de Simon Curtis, aún en nuestras pantallas.

En 1997 visité por primera vez Viena y en el Belvedere admiré el retrato de Adele Bloch-Bauer que Klimt había pintado noventa años atrás: uno no puede dejar de mirar el rostro sensual de esta mujer bañada en oro, la Mona Lisa vienesa, tal como comentaba el guardián de la sala. Hace un año estuve en Nueva York y me reencontré con este cuadro icónico en la Neue Gallerie en mi camino al Met. ¿Qué ha pasado en estos diecisiete años? Este itinerario es el que explica la película La dama de oro, basada en la historia real del caso más relevante de restitución artística a un particular de todos los tiempos.

En 1998 Maria Altmann (Helen Mirren) enterró a su hermana en California y descubrió entre sus papeles la procedencia del retrato que Klimt había pintado a su tía, Adele Bloch-Bauer, una de las mujeres más bellas e influyentes de la Viena de la Secesión. Decidió entonces emprender una batalla legal para recuperar el cuadro y se valió de los servicios de un joven abogado Randol Schoenberg (Ryan Reynolds), nieto del célebre compositor vienés. La dama de oro entrelaza en flashbacks episodios del pasado -los avatares de la familia Bloch-Bauer- con los del presente -la batalla legal para recuperar el retrato que les pertenece-: ellos contra el Estado austriaco, David contra Goliat. El trasfondo de la película no es sólo el valor que tiene un cuadro -por el que más tarde Ronald S. Lauder, empresario judío hijo de la fundadora de la empresa de cosmética Estée Lauder, pagaria 136 millones de dólares (casi un millón por centímetro cuadrado) para colgarlo en su museo de la Quinta Avenida-, sino la restitución. En una escena de la película, la señora Altmann -excelente Helen Mirren- se pregunta qué es la restitución y responde con una definición de diccionario: "la devolución a su original propietario de un bien perdido o robado". Durante el Tercer Reich, cientos de miles de obras de arte fueron sustraídas a los judíos. En rigor, la cínica maquinaria nazi consistía en financiar el Holocausto a través de los bienes incautados a los propios judíos. La primera generación de las víctimas de la shoah priorizó naturalmente el factor humano y no se ocupó demasiado de la restitución. La caja de Pandora se abrió con la segunda y ahora ya tercera generaciones, que buscan en el pasado, a través de las obras de arte, respuestas sobre la identidad perdida. La barbarie del nazismo no sólo acabó con millones de personas sino que arrasó buena parte de la cultura centroeuropea. La sociedad europea actual aún hoy sufre los efectos de la brutal amputación humana y cultural del nazismo.

El caso de La dama de oro es paradigmático por la importancia de la obra en sí y por colgar de un museo público de gran relevancia. Como se sabe, se resolvió a través de una demanda que sólo un tribunal de California aceptó y gracias a las pruebas que permitieron conocer la voluntad del original propietario del cuadro, que no era la propia retratada, como se creía, sino su marido, Leopold. A través de cartas y de los testamentos de ambos se pudo probar que la donación que Adele hizo de su retrato al Belvedere no tenía validez, pues ella no era la propietaria legal del mismo, sino quien lo pagó a Klimt, su marido Leopold, que lo había dejado en herencia a sus sobrinas. Un proceso complejo que la película despacha con epidérmico maniqueísmo: buenos contra malos. Los buenos son Maria Altmann y su abogado y los malos no son paradójicamente los nazis, sino las autoridades democráticas vienesas, que se niegan a devolver un cuadro que es para ellos una cuestión de Estado. Es una pena que esta simplificación de la trama empañe el filme porque la deja sin matices, muy a la americana. Quien quiera conocer la verdadera historia, mejor que vea el documental Adele's wish (2008), de Terrence Turner, casado con una nieta de Maria Altmann. Posiblemente, la mala gestión de las autoridades vienesas, que minusvaloraron el empeño y voluntad férrea de la Sra. Altmann fue la causa de la resolución judicial, que abre un precedente para otros posibles casos. Sin ir más lejos, las autoridades alemanas gestionaron pésimamente el asunto Gurlitt, que ya comenté en estas mismas páginas, que es un caso de restitución a la inversa; es decir, el descendiente de un marchante que colaboró con los nazis que atesoraba obras, algunas de las cuales fueron incautadas a los judíos. La prepotencia alemana acabó con una donación de Cornelius Gurlitt al Museo de Bellas Artes de Berna y la dimensión mediática del caso acabó con su longeva y secreta vida. ¿Para cuándo otra película?