No sé cuántos muertos hay en la hora y cincuenta
minutos que dura este desafortunado filme, de todas formas salí de la
sala de proyección con la sensación de haber perdido mi tiempo y mi
dinero, en un proyecto cinematográfico que no pudo madurar; como si el
director sólo buscase fama y dinero de la noche a la mañana
La lectora está basada en la novela homónima de Sergio Álvarez. foto.fuente:elespectador.com/blogs |
La Lectora, cuyo título está inspirado en un hermoso cuadro de
Fragonard, pintor francés del siglo XVIII, es la película de Riccardo
Gabrielli, protagonizada por Diego Cadavid, Carolina Gómez y Carolina
Guerra, es sólo un intento más de hacer buen cine, en un país que le
rinde culto a las telenovelas baratas y más recientemente a todo lo que
tenga que ver con la violencia, sobre todo si esta tiene origen en el
narcotráfico. La Lectora tiene errores tan elementales, como lo es el
grito de “Diego” por parte de uno de los hijos del “Patrón” al comienzo
de la película; para ser más exacta cuando están siendo perseguidos en
el taxi, el cual es conducido por el personaje que Diego Cadavid
representa, o la sonrisa de las prostitutas al final de la película,
cuando una de ellas no puede evitar mirar de frente a la cámara. Pero
también está la sobreactuación de Luis Eduardo Arango en el momento en
que su personaje, llamado El Patrón, sabe que sus hijos han sido
asesinados. Otro error, al menos para mí, es el personaje llamado El
Alemán, interpretado por un actor francés, cuyo problema es precisamente
su acento, que en nada se parece al acento de un alemán cuando habla
español.
Es una lástima que en un país asolado por una violencia endémica, los
directores de cine y televisión no sean capaces de encontrar temas
diferentes que podrían ayudar a cambiar a una parte de la sociedad
colombiana, por no llamarla más directamente una sociedad enferma, donde
los valores y el trabajo honesto se están convirtiendo en algo obsoleto
y ridículo. La película, imagino que Gabrielli quiso que fuese de
acción, se sumerge en el asesinato, en la mentira, en el engaño, de
principio a fin. No sé cuántos muertos hay en la hora y cincuenta
minutos que dura este desafortunado filme, de todas formas salí de la
sala de proyección con la sensación de haber perdido mi tiempo y mi
dinero, en un proyecto cinematográfico que no pudo madurar; como si el
director sólo buscase fama y dinero de la noche a la mañana. Tampoco sé
si lo que buscaba era hacer El Padrino colombiano, pero si esa era su
meta, se quedó sólo en un deseo abortado.
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