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Fotograma de la película de cine Ana Karenina.foto.fuente:aviondepapel.tv |
El libro '
Hollywood
censurado', de Gregory D. Black, recoge los primeros tiempos del
denominado Código de Producción que supervisó los contenidos del periodo
del
cine
clásico. Will Hays fue el principal impulsor de unas medidas que
eliminaron de las películas escenas que algunos sectores consideraban
perniciosas.
El fantasma de la
censura vuelve a cernirse sobre Hollywood. Recientemente, los responsables de
Gangster Squad,
un largometraje de mafiosos ambientado en los años 40 y 50, decidieron
retrasar el estreno de la película y retirar uno de sus tráileres porque
se incluían imágenes de un tiroteo en un cine.
La sombra de la masacre de
Denver era demasiado alargada y los productores prefirieron evitar que la película sea acusada de inspirar algún tipo de violencia.
Lo políticamente correcto parece que ha sustituido a los viejos
códigos de producción que se encargaban de mutilar las películas ya
filmadas o realizar cambios en los guiones antes de ser rodados.
De todo ello, habla Hollywood censurado, libro escrito por Gregory D. Black. El volumen se centra en los años 30 y primeros 40, décadas de esplendor del cine clásico.
El principal impulsor de la censura en el cine fue Will Hays,
presidente de la asociación cinematográfica Motion Picture Producers and
Distributors of America (MPPDA), que decidió apoyar medidas censoras
para acallar las protestas de grupos sociales y religiosos.
Durante los primeros años, Hays se apoyó en el código elaborado por
el sacerdote Daniel Lord, donde se prohibían los desnudos, el exceso de
violencia, la trata de blancas, las drogas ilegales, los besos
lujuriosos, las posturas provocativas y las blasfemias.
Las grandes afectadas en este primer momento fueron las películas de gánsters, como Hampa dorada, El enemigo público o la primera versión de Scarface, donde, a tenor de los responsables del Código, se mostraba al criminal como un héroe.
Igual ocurrió con las películas carcelarias de la época, como Hell’s Highway o I am a Fugitive from a Chain Gang,
que fueron convenientemente suavizadas para que la crítica a los
trabajos forzados en las prisiones y el mal funcionamiento del sistema
no fueran tan feroces.
No se libraron tampoco las adaptaciones literarias de prestigio. Una de las primeras versiones cinematográficas de
Adiós a las armas (
Ernest Hemingway)
generó polémica por abordar lo que se consideró un amor ilícito entre
una enfermera y un soldado durante la Primera Guerra Mundial.
Aconteció lo mismo con The Story of Temple Drake, la adaptación de Santuario,
novela de William Faulkner. La acumulación de temas morbosos como la
violación, el asesinato y la perversión eran demasiado para los
responsables de velar por la moral del pueblo americano.
Ambas versiones cinematográficas fueron convenientemente aligeradas de contenidos escandalosos antes de llegar a las salas de
Estados Unidos.
La gran perjudicada de este periodo fue, sin embargo, una actriz:
Mae West.
Las referencias sexuales y los diálogos con doble sentido de sus
primeras películas causaron un verdadero revuelo entre los guardianes de
la moral.
Muchos de los elementos más picantes de sus largometrajes fueron
eliminados o suavizados. Las consecuencias fueron devastadoras para la
estrella.
Con el paso del tiempo, los filmes de la intérprete se hicieron menos
provocadores para evitar las medidas censoras. El público, que había
convertido en taquillazos algunos de sus primeros filmes, dejó de acudir
al cine para ver sus películas.
No obstante, muchas organizaciones religiosas y sociales no quedaron
satisfechas con las medidas de los primeros años 30 y presionaron, a
través de una campaña de la denominada Legión de la Decencia, para que
se endurecieran las acciones en contra de los contenidos inapropiados.
Fue entonces, en 1934, cuando, a instancias de Hays, se creo una
nueva oficina de censura, denominada Production Code Administration, que
dirigió con mano firme Joseph I. Breen.
A partir de ese momento, un equipo analizó cada guion en busca de
inconveniencias políticas o sexuales. Entre las películas que sufrieron
más su efecto inquisitorial se encuentra la versión de
Anna Karenina, protagonizada por
Greta Garbo y Fredric March.
Los censores hicieron todo lo posible para que el contacto entre los
dos personajes enamorados fuera el mínimo posible. Además, se obligó a
subrayar una otra vez la falta de moralidad del romance entre los dos
protagonistas, una mujer casada y un conde.
Por otra parte, se puso límite a los escotes de las actrices, especialmente al de Jane Russell en El forajido, una polémica película dirigida por Howard Hughes.
Los censores también ejercieron su influencia en temas políticos y sociales. Por ejemplo, difuminaron gran parte de
Furia, la primera película americana de
Fritz Lang.
El filme abordaba los linchamientos populares, un tema muy actual en
aquel momento. La censura hizo todo lo posible limar aristas con un
asunto tan peliagudo, especialmente en lo relativo a las referencias a
la comunidad afroamericana, la que más había sufrido este tipo de
agresiones.
Tampoco se libró de la censura Bloqueo, una cinta ambientada
en la Guerra Civil Española que simpatizaba con la causa republicana y a
la que muchos tildaron de comunista.
Son solo algunos ejemplos de los efectos de la censura en el
Hollywood clásico. Un método que se prolongó hasta 1966, cuando fue
sustituido por el actual sistema de calificación.