" Hay que decirlo: el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias se está sacudiendo de la inercia"
Óscar Collazos, columnista y escritor colombiano.foto.fuente:eltiempo.com
El Festival Internacional de Cine de Cartagena tenía dos alternativas después de la muerte de don Víctor Nieto, su fundador y director. Los desafíos se les presentaron también a los patrocinadores, en primer término al Ministerio de Cultura, después, a la administración distrital de la ciudad y, por último, a las empresas privadas que lanzaron salvavidas en la última década y consiguieron que el paciente flotara tragando agua y sin ahogarse.La inercia o el cambio, no había más alternativas. El Festival de Cartagena había dejado de ser hace rato vitrina internacional. En el lenguaje de la industria cinematográfica, esto quiere decir plataforma de lanzamiento y promoción. Pese a ser el más antiguo de los festivales de Iberoamérica, los espectadores podíamos distinguir muy bien sus años de esplendor y sus años de decadencia.
La selección de las películas parecía a veces una pesca milagrosa de 'huesos' y rellenos de programación con títulos internacionales ya estrenados, y películas que circularían por circuitos comerciales. No obstante, los espectadores seguían contando con la posibilidad de ver la producción colombiana, aunque esta prefería para sus bautizos los escenarios de otros festivales.
En el Centro de Convenciones, en los salones del Hotel Caribe, en los corrillos del centro amurallado, entre cineastas, cinéfilos y cinemaníacos que llevaban años cumpliendo la cita de Cartagena, ya era un lugar común hablar de la decadencia del Festival. Su gestión era artísticamente rutinaria y desafortunada y, para colmo, económicamente deficitaria.
Lo mejor del cine latinoamericano siguió pasando por Cartagena, es cierto, pero después de haber elegido destinos más importantes, donde la industria contaba con rondas de negocios, y los creadores, con un estimulante diálogo de colegas. Hacía al menos una década, el Festival de Cartagena había perdido el tren, aunque mantuviera casi intactas las vías por donde habían circulado sus vagones durante más de 40 años: el capital humano de los cineastas.
Hubo intentos de torcerle el rumbo al festival. Solo hace dos años, a partir del 2010, se notó que la selección de películas se volvía más rigurosa. Este año, es digna de elogio. Siempre se dijo que el evento necesitaba gerencia y dirección artísticas novedosas. Por lo que sé, esto se hizo en un primer intento con la gestión de Araceli la 'Chica' Morales, cuando se limpiaron las finanzas y se estableció un vínculo nuevo con patrocinadores privados.
Hay que decirlo: el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias se está sacudiendo de la inercia. Va a necesitar una o dos convocatorias más para que los espectadores no tengamos que correr de un escenario a otro y para evitarse "excusas" cada vez que se repiten garrafales errores técnicos. E igual o más tiempo para que se acepte que estrenar en Cartagena es tan honroso como hacerlo en Sundance, Toronto o San Sebastián.
A partir de este 51 cumpleaños, le quedan desafíos arduos: cogerle el paso a la producción alternativa de cine que no cabe en el star system y convertir a Cartagena en una plataforma iberoamericana que irradie hacia circuitos de distribución igualmente alternativos.
Producir buenas películas no es fácil. Es más fácil filmar películas de alta rentabilidad y baja calidad artística, pero ese no es problema de un festival, sino de los inversionistas de baratijas. La "marca Cartagena" debe imponer un estricto control de calidad. Lo reclama la producción cinematográfica colombiana, ahora más visible en calidad y cantidad, así como reclama un eficiente sistema de promoción nacional e internacional amparado por el Estado.
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